Buenos días huraños míos,
El otro día paseaba en la más absoluta soledad mientras pensaba lo mierda que era la gente en general. Así, sin más.
Al rato de estar vagando escuché el rugido de un león y los gritos de un hombre. Decidí acercarme para ver que pasaba. Cuando subí la loma pude divisar en el llano que la precedía que Hércules, gran follador, estaba luchando con enorme bestia e iba ganando por goleada.
Menuda contienda, pensé, y gratis¡. Hércules le propinaba sonoras tragantadas al león que acabó desfalleciendo y muriendo. Ésos no son manos pensé, son putas pinzas hidráulicas del soplapollas del Da Vinci.
Armándome de valor le recriminé que hubiese matado al león pues es un ser vivo y hay que respetarlo. Hércules, sin vacilaciones, me relató que su muerte estaba más que justificada pues tenía atemorizada a poblaciones aledañas. Claro, y yo sin enterarme por vivir en el coño de la Bernarda y por el ascazo que me da la gente, mascullé.
Horas más tarde pensé, cualquier vida hay que respetar, la del prójimo y la del animal ¿y este niño a quién hizo mal?.

Malditos humanos que desean la muerte de un niño. Malditos humanos no humanistas. Malditos humanos menos humanos y más bestias que la peor de ellas.
Huraño de Peloponeso.
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